Apelando a la realidad

El realismo como virtud y maldición


Engaño seductor

Tras el telón de la guerra en Karkand, en una esquina recóndita del planeta Sera o entre los mágicos bosques de Hyrule, se esconden aberraciones gráficas que desfiguran el aparentemente sólido espacio hasta dejar una caótica tormenta de polígonos, al mostrar muros enteros que se distorsionan en tanto la cámara se sale completamente de control. No se trata de un simple error de programación, mucho menos de elementos olvidados por los desarrolladores cuando dieron carpetazo al proyecto, es simplemente un recurso ineludible que atañe al entretenimiento del pixel desde que se dio el salto a ambientes tridimensionales. Sin distinción entre ejemplos como Battlefield, Gears of War o The Legend of Zelda, lo que vemos en pantalla es una fachada para llenar huecos en la que edificios y personajes por igual se muestran como simple utilería a modo de obra teatral y aquello que se levanta en el horizonte, es sólo una cortina de ilusión visual.

Durante mucho tiempo se ha abusado del término realista como si sinónimo de calidad, algunos al grado de pensar que un juego sólo podría ser perfecto si imitara cada aspecto de la vida real
Durante mucho tiempo se ha abusado del término realista como si sinónimo de calidad, algunos al grado de pensar que un juego sólo podría ser perfecto si imitara cada aspecto de la vida real

Lo que percibimos como ese mundo vivo dentro del videojuego es, por supuesto, un elaborado artificio, pero uno tan bien construido que logra sumergirnos en la ficción. Envueltos en fantasía, el grado de farsa se vincula directamente con el nivel de realismo visual; si consigue lucir como una fotografía mayor será el espejismo ante nuestros ojos. Es un engaño del que somos víctimas, pero que a nivel instintivo no podemos evitar, el realismo nos apela, nos atrae, nos identifica, es atractivo, es provocativo y familiar.

Es así como durante las últimas dos décadas hemos sido testigos de un progreso monumental en las capacidades tecnológicas dentro del ámbito de los videojuegos y el aprovechamiento de recursos a favor de crear propuestas cada vez más realistas. Año con año nos beneficiamos con avances en calidad gráfica y simulación perfeccionada; caso ejemplar es el de Forza Motorsport 4, cuyos autos son fidedignos a la contraparte real, su maquinaria funciona como la de auténticos vehículos y la conducción es extremadamente similar a la de los carros del mundo exterior. En otros casos los árboles son construidos hoja por hoja, en tanto los juegos de disparos nos trasladan a la ambientación casi genuina de una guerra, permitiendo destrucción de numerosos elementos del escenario para apoyar la noción correspondiente.

Pero llegaremos a un punto en que el foto realismo alcance su cenit, cuando los pastizales sobre los que se desplaza nuestro avatar se mueva como maleza auténtica, el cabello sea absolutamente natural y desaparezcan los glitches gráficos. La incógnita es qué sucederá cuando la diferencia de millones a billones de polígonos sea imperceptible al ojo humano y termine ese extenso maratón que comenzó hace décadas. Las especulaciones son salvajes, pero el hecho es que las posibilidades se están agotando.

Entre menos sean las herramientas disponibles, mayor la explosión creativa al plasmar los elementos en pantalla, las limitantes de las consolas han hecho que con apenas algunos pixeles o pocos polígonos se hagan maravillas
Entre menos sean las herramientas disponibles, mayor la explosión creativa al plasmar los elementos en pantalla, las limitantes de las consolas han hecho que con apenas algunos pixeles o pocos polígonos se hagan maravillas

Nueva dirección

Sacudamos por un momento los cimientos de realismo visual y credibilidad gráfica; después de todo, un juego por más conteo poligonal que incluya, nunca será legítimamente real; incluso una fotografía, ese trozo de celuloide expuesto a la luz, está más vinculado con la realidad física que los videojuegos, que son representaciones, aproximaciones artificiales. Es provocativo preguntarse qué sucedería si en lugar de un mayor número de aproximaciones sutiles para imitar la estética real intentaran mostrar diferentes formas de percepción o nuevas ideas de la realidad.

La persecución por el foto realismo ha sido terreno firme para edificar impresionantes experiencias de juego, pero también ha establecido límites, sustentando el éxito gráfico dependiendo de su aspecto, dejando atrás el verdadero valor estético. No es una regla universal, pero sin duda se impone como la tendencia preponderante y una moda difícil de superar. Lo irónico es que este conflicto ya sucedió con anterioridad en otro ámbito primordial y que antecede al entretenimiento del pixel: las artes visuales; cuando se inventó la tecnología fotográfica y fue posible capturar instantáneamente la realidad intacta, el territorio de la pintura comenzó a perder relevancia, empujando a los artistas a una búsqueda de nuevas formas de expresión.

Alcanzar los límites del realismo provocó una revolución y permitió que se fijaran nuevos horizontes. El foto realismo conservó su importancia, pero artesanos como Chuck Close, Audrey Flack y Richard Estes no se conformaron y usaron la cualidades visuales de la fotografía para criticarla y distorsionar las imágenes desde enfoques creativos y por demás interesantes. Claude Monet y los impresionistas usaron trazos visibles para evocar textura y explorar las cualidades dinámicas de la luz; aquellas obras causaron que el espectador tuviera una experiencia completamente diferente a la de un retrato fotográfico. Los videojuegos, por su parte, son capaces de desafiar nuestra percepción del mismo modo, como los saltos de dimensión en Super Paper Mario, el intercambio de fondos que caracteriza a Lost in Shadow, o la estética en cel-shaded de Okami y The Legend of Zelda: The Wind Waker. Todos son presentaciones abstractas que subvierten las expectativas del jugador en vez de rendirse a ellas. Propuestas del tipo Where Is My Heart o Continuity 2: The Continuation pueden erigirse como una respuesta al cubismo, con sus múltiples ventanas moviéndose a nuestra discreción.

El lanzamiento de constantes ediciones en HD es una respuesta a la necesidad de revalidar títulos de antaño que por sus gráficos arcaicos, no llaman tanto la atención de las nuevas audiencias
El lanzamiento de constantes ediciones en HD es una respuesta a la necesidad de revalidar títulos de antaño que por sus gráficos arcaicos, no llaman tanto la atención de las nuevas audiencias

Cierto es que los juegos ultrarrealistas, atestados de polígonos en alta definición y con ambientación que imita a la perfección el mundo tienen su propósito, sería ilógico pensar que disfrutarás mejor una sesión de Aliens vs. Predator si tuviera paleta de colores pastel y arte reminiscente al de Cezane, cuando el frío realismo fílmico crea la ambientación perfecta.

Romper con el cliché de realismo ofrece posibilidades infinitas, pero mientras los desarrolladores más importantes de la industria no cambien el esquema tradicional, la revolución tardará en llegar. Por supuesto, antes habría que preparar la ideología colectiva, pues al final, las estéticas vanguardistas te atrapan, y lamentablemente no siempre son comercialmente exitosas, en oposición al realismo –junto a los temas bélicos y una temática actual–; la evidencia es clara, Modern Warfare y Battlefield se venden por millones, en tanto obras propositivas como Mirror’s Edge, El Shaddai u Okami obtienen ventas deprimentes.

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