La conspiración de los soldados virtuales

¿Son tú o tus hijos un arma de destrucción masiva en potencia? ¿Realmente los videojuegos nos tornan violentos o sólo desahogan una necesidad dormida?


Dos niños juegan ajedrez. Sus madres los ven entre orgullosas y preocupadas. Es la final de un torneo infantil, supongan. Uno gana y el otro, naturalmente, crea un ejército robot de caballos, alfiles y torres para vengarse de la frustración interna y la humillación pública de la que ha sido objeto... ¿O no?

¿Por qué hay gente que supone que los videojuegos de alto contenido violento tornan a los niños en pequeñas máquinas de matar? En el (ridículo) ejemplo anterior, se lleva al absurdo el mismo temor que ha producido noticias y declaraciones escandalosas a raíz de algunos eventos trágicos: cuando la masacre en la preparatoria de Columbine, por ejemplo, entre otros posibles culpables como Marilyn Manson y las películas violentas, se barajaron los videojuegos de guerra, FPS, etc. Discutir cosas como que el mismo día de la balacera el ejército estadounidense bombardeó de manera masiva zonas civiles en el Medio Oriente parece simplemente asunto de otro orden.

La realidad. Ningún juego puede superar esa barrera
La realidad. Ningún juego puede superar esa barrera

Para contarles de la probabilidad de que nuestros hermanos pequeños se conviertan en asesinos entrenados a través de conspiraciones invisibles que utilizan los videojuegos como campo de experimentación, hice un poco (bastante) de investigación al respecto. Tenemos dos polos: los que creen que el ser humano aprende y aplica conocimientos y habilidades por la única vía de la imitación, y otros que creen que la conducta es un asunto más complejo. Hay estudios -aderezados con tremenda solemnidad científica- que demuestran que ciertas zonas del cerebro encargadas de administrar la agresividad, las reacciones violentas y este tipo de conductas, se activan después de jugar juegos violentos. Esto resulta un argumento suficiente para alarmar a los padres: ninguno quiere que esas zonas de los cerebros de sus hijos se activen... El problema es que esas zonas no controlan exclusivamente la cantidad de golpes por minuto que puede soltar un niño: se encargan también de la reacción ante hechos violentos, de producir la sensación de competencia -que en aspectos como el ajedrez, el estudio o los deportes no sufre ese extraño desprestigio que tienen los videojuegos- y de permitirnos reaccionar en situaciones de mucho estrés, reacciones que pueden salvarnos la vida e impedirnos perder el control.

Uno de los problemas de estudios de esta clase es el modo en que conceptualizan la violencia. La conceptualización es el modo en que explicamos lo que una cosa significa. Para una persona, un ligero golpe en el hombro puede conceptualizarse como un acto de violencia; para otra, el mismo golpe tal vez signifique una señal de compañerismo. Estamos de acuerdo, sin embargo, en los términos que tales estudios pretenden advertir sobre la amenaza de los videojuegos, lo preocupante es imitar una acción tal como un jugador la observa en un juego: usar armas, cometer delitos o desafiar la autoridad. ¿Será que los presidentes de ciertos países son especialmente aficionados a juegos como Blazing Angels o Battlefield: Bad Company 2 y por tanto hacen guerras contra otras naciones mediante aviones, bombas y todas esas cosas que vemos en las noticias? Debemos considerar que la conceptualización de la violencia urbana enfrentada a la violencia entre países se diferencia, entre otras cosas, por los fines que busca y los modos en que se activa. ¿Será que el ser humano es simplemente violento por naturaleza?

Ficción: donde las experiencias imposibles se vuelven posibles
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