El cerebro gamer

La neurociencia detrás de la diversión


En nuestra era dominada por avances tecnológicos, pareciera que quedan pocas fronteras por explorar: hacia arriba, el espacio exterior; hacia abajo, el fondo del mar y las capas de la corteza terrestre. Pero tal vez una de las fronteras más fascinantes para la exploración esté justamente dentro de nosotros, en el cerebro humano. Este órgano está asociado a todas nuestras actividades, y su relación con los videojuegos, nuestro pasatiempo favorito, ha mostrado a últimas fechas descubrimientos sumamente interesantes.

En este artículo rastrearemos algunos de estos descubrimientos, relacionados con funciones concretas de nuestro cerebro; veremos también por qué el disfrute de los videojuegos no es biológicamente muy distinto al disfrute por el cine, el teatro o la literatura, y revisaremos si es verdad que el cerebro de los apostadores compulsivos muestra paralelismos funcionales con el de los jugadores más avezados.

Su Majestad, la dopamina

Si pensáramos nuestro cerebro como un reino o territorio (como Azeroth o Skyrim, pongamos por caso), existiría una zona llamada estriado ventral, la cuál debería su influencia y poder a que guarda una de las sustancias más valiosas para nuestra apreciación de la realidad: la dopamina. Seguramente habrán oído que está relacionada con la felicidad, pero también con otros muchos impulsos.

[p]La dopamina es una hormona y neurotransmisor que se libera precisamente en el estriado ventral. Supongamos que esta zona cuenta con “espías” en diferentes partes del cerebro (con nombres tan exóticos como hipocampo, amígdala, corteza entorrinal y más), los cuáles constantemente comunican información al estriado ventral. Cuando la información es satisfactoria, el estriado ventral libera dopamina, una especie de Trifuerza que nos hace sentirnos felices y motivados, aumentando la frecuencia cardiaca y la función arterial.

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El estriado ventral guarda aún secretos que superan a la ciencia
El estriado ventral guarda aún secretos que superan a la ciencia

La dopamina es una especie de embajador en el cerebro, que tiene importantes funciones “diplomáticas” para regular el comportamiento, la cognición, la actividad motora, la motivación, el sueño, el humor, la atención y el aprendizaje. En su relación con los juegos, la dopamina es la responsable de darnos ese glorioso sentido de recompensa cuando vemos una pila de zombis muertos, cuando destruimos el castillo, la estación espacial o liberamos a la princesa (de preferencia antes de derribar el castillo).

Pero la dopamina no es un neurotransmisor dócil y gentil siempre: debido a su efecto placentero, los neurobiólogos consideran que está relacionada con la toxicomanía y el comportamiento adictivo. Es decir, que el sistema nervioso desarrolla dependencia a conductas o sustancias que a su vez liberan dopamina. Pero antes de que los detractores de los videojuegos salten de alegría (liberando, obviamente, importantes flujos dopaminérgicos) hay que decir que la adicción a los videojuegos no es igual a la dependencia que pueden desarrollar algunas personas a las drogas o al alcohol.

¿Por qué es tan divertido jugar videojuegos?

La doctora Simone Kuhn de la Universidad de Ghent, en Bélgica, realizó el año pasado un estudio donde plantea que los cerebros de los adictos a las apuestas y el de los videojugadores (niños de 14 años) funcionan de maneras similares. La dra. Kuhn encontró que efectivamente la liberación de dopamina es sustancial en el cerebro mientras jugamos videojuegos, pero que también se libera cuando los chicos del estudio “perdían” al completar una prueba de inferencia (apostar en el Black Jack es un ejemplo de prueba de inferencia, por ejemplo): en términos simples, la dopamina no se libera solamente al “ganar” en un juego, sino también frente a la posibilidad de perder.

Podemos pensar que por eso los juegos demasiado fáciles o que implican poco reto no son tan “divertidos” como otros más complejos: si no sentimos que hay una buena probabilidad de perder, nuestro cerebro no nos dará el elixir de la dopamina. Sin embargo, esa embriagadora sensación de peligro que obtienen los apostadores puede tener una parte negativa a largo plazo. Para el caso de las apuestas, los científicos hablan de “jugadores patológicos” para referirse a aquellos que a pesar de las pérdidas siguen en el juego.

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La ludopatía o adicción al juego no se presenta solamente en videojuegos
La ludopatía o adicción al juego no se presenta solamente en videojuegos

La hipótesis del equipo de investigación del doctor Jakob Linnet de la Universidad de Aarhus, Dinamarca, sugiere que los jugadores patológicos (aquellos que en las películas apuestan hasta el título de propiedad de la casa, con todo y esposa dentro) obtienen precisamente un incremento en la liberación de dopamina no al ganar apuestas sino precisamente al perder dinero.

Después de realizar un experimento con jugadores ocasionales y jugadores patológicos, encontraron que la liberación dopamínica (la sensación de placer) era más intensa en los patológicos, mientras que al ganar dinero la liberación de dopamina era la misma en ambos tipos de jugadores. En resumen, se podría decir que los jugadores patológicos juegan hasta perderlo todo.

¿Por qué nos gusta tanto jugar?

La sensación de recompensa que podemos obtener de los videojuegos es más compleja que la de los juegos de azar: mientras en estos el cálculo mental y técnicas como en el conteo de cartas pueden ayudar a sortear el azar involucrado, en nuestras consolas obtenemos recompensas porque hay inversión de esfuerzo en el proceso de juego. Ganarse una casa en un sorteo es simplemente “buena suerte” (o una compleja e impredecible red de probabilidades), mientras que ahorrar y comprarse la misma casa aporta una sensación de logro distinta, que tiene que ver con la voluntad, el esfuerzo y el logro de algo hecho por uno mismo —valores muy apreciados en nuestra sociedad.

[p]Aunque nuestro cerebro procese todos los tipos de reconocimiento, hay un “valor agregado” en el logro social, uno que no se obtiene solamente por el objeto sino por lo que simboliza su posesión dentro de nuestro núcleo social. Tal vez debamos dejar eso para otra ocasión y concentrarnos en cómo el cerebro procesa el reconocimiento.

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Nada como la recompensa por un trabajo bien hecho
Nada como la recompensa por un trabajo bien hecho

En el primer estudio mencionado, la doctora Kuhn mostró también que los videojugadores que pasan más tiempo jugando poseen mayor cantidad de materia gris en la zona del estriado ventral; su teoría, la cuál requiere más tiempo de investigación, es que el tamaño de esta zona está relacionada con el procesamiento de la sensación de recompensa.

[p]Imágenes de resonancia magnética obtenidas de 154 niños de 14 años de edad mostraron que el estriado ventral de los que juegan un promedio de nueve o más horas a la semana era considerablemente mayor que el de los que jugaban menos horas El estudio no es concluyente sobre si jugar aumenta el tamaño de esta zona del cerebro o si en cambio los niños con mayor materia gris en el estriado ventral serían más propensos a jugar videojuegos y obtener placer por ello.

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¿Los videojuegos pueden ser tan adictivos como una droga?

La delgada línea entre el compromiso y la adicción
La delgada línea entre el compromiso y la adicción

Aunque los avances en el campo de las causas neurológicas de la adicción están avanzando, la psicología social puede darnos una respuesta alternativa acerca de la propensión de ciertos jugadores a pasar más tiempo frente a sus consolas. Andrew Przybylski, doctor visitante en la Universidad de Essex, Inglaterra, no cree que las investigaciones hasta el momento sean concluyentes para afirmar que los videojuegos pueden generar adicción por sí mismos. “No creo que haya nada inherentemente adictivo acerca de los videojuegos, más que en otras cosas que la gente encuentra divertidas”, comentó en una entrevista reciente.

El malentendido surge por la confusión entre dos tipos de adicciones: la primera y con la que relacionamos el concepto de adicción, es a las sustancias. Esta se produce cuando introducimos una sustancia química a nuestro organismo o un producto que la contiene y el cuerpo desarrolla tolerancia, lo cuál incrementa la dosis que es necesario consumir para producir el mismo efecto. En este caso tenemos los cigarrillos, el alcohol y las drogas.

El segundo tipo de adicción es conductual (de la conducta) y está asociada al reconocimiento o placer que genera un tipo de actividad: estos pueden ser los deportes, el ejercicio extremo, el sexo, las situaciones peligrosas, e incluso ver televisión. Los videojuegos entrarían dentro de esta categoría. El doctor Przybylski cree que los videojuegos, en situaciones normales, no generan más adicción que practicar un deporte, leer o pintar.

Sin embargo, hay que añadir que en ocasiones es difícil ver la barrera entre el compromiso y la adicción: tal vez un deportista se entrena para ser el mejor, y de igual modo un videojugador pasa mucho tiempo jugando para volverse el mejor; la diferencia podría encontrarse, como en las adicciones a sustancias, en la medida en que estas actividades impidan un funcionamiento eficaz en sociedad. Como práctica social, los videojuegos sólo son tan adictivos como el fisicoculturismo, si uno u otro impiden que el individuo estudie, trabaje o tenga una vida considerada “normal” por su entorno social.

Las neuronas espejo y el placer de la imitación

Volviendo al terreno de la neurología, otro aspecto de la relación del cerebro con los videojuegos tiene que ver con la plasticidad cerebral. Si al leer esta frase pensaron en el cerebro como una especie de plastilina maleable y orgánica, probablemente estén en lo correcto: nuestro cerebro sufre cambios a lo largo de la vida, y un agente importante de esta reestructuración se debe a un ejército de infantería encargado de importantes funciones de conducta, empatía y aprendizaje: las neuronas espejo.

La imitación es una base importante de la evolución
La imitación es una base importante de la evolución

Las neuronas espejo o especulares fueron descubiertas apenas a principios del siglo XXI por el equipo del doctor Giaccomo Rizzolatti en la Universidad de Parma; al igual que otros descubrimientos científicos se trató de un accidente afortunado: el equipo del dr. Rizzolatti estudiaba las neuronas de un simio para analizar ciertos estímulos del sistema motriz. Mientras preparaban el estudio, uno de los miembros del equipo tomó una banana de un frutero, pero el sistema al que el simio estaba conectado reaccionó como si el simio hubiera tomado la banana.

[p]Lo primero que pensaron fue que se trataba de un error en la calibración del sistema, pero posteriores estudios determinaron la existencia de un tipo de neurona que reproduce o copia los efectos de una acción en el ambiente dentro del cerebro. En términos simples, es lo que pasa cuando vemos un video donde alguien se golpea fuertemente y reaccionamos como si hubiéramos recibido el golpe nosotros. Al parecer el disfrute que obtenemos de los videojuegos le debe mucho a la existencia de estas neuronas.

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Empatía y diversión

Las neuronas espejo también están relacionadas con la empatía emocional, esa capacidad que tenemos para ponernos en el lugar de los sentimientos del otro: si alguien importante para nosotros está triste es muy probable que tratemos de consolarlo, pero también si un amigo está feliz podemos sentirnos felices por él.

[p]Esta respuesta emocional es responsable de que podamos disfrutar del arte y el entretenimiento también. El dramaturgo inglés Peter Brook ha dicho que las neuronas espejo están descubriendo para las neurociencias lo que el teatro ha sabido desde siempre: el espectador llora o ríe según lo que ve en escena como si él mismo estuviera en escena.

Sólo quien ha jugado sabe lo que se siente jugar
Sólo quien ha jugado sabe lo que se siente jugar

Este vínculo emocional explica también el grado de inmersión que podemos desarrollar al participar en las historias de nuestros personajes favoritos de videojuegos: sufrimos con Cloud cuando sostiene en sus brazos el cuerpo muerto de Aeris en Final Fantasy VII; nos inunda un sudor frío cuando la infidelidad de Vincent está a punto de ser descubierta por su novia en Catherine, y nuestros sentidos se agudizan frente al peligro que el Comandante Shepard corre al enfrentar a los reapers en Mass Effect 2. Aún necesitamos historias buenas en los videojuegos porque son fundamentales para que se produzca este vínculo emocional, el cuál genera un disfrute extra: son esos personajes los que salvan al mundo, pero somos nosotros los que sentimos la sensación de logro y reconocimiento en nuestros cerebros.

¿Por qué nos gusta jugar, por qué disfrutamos invertir tiempo y esfuerzo inmersos en mundos virtuales? Muchas ramas de las ciencias sociales y biológicas han abordado el comportamiento de los videojugadores, su determinación para realizar tareas complejas en entornos aparentemente imposibles; la ludología —una disciplina relativamente nueva que conjunta la narratología y la teoría literaria con la informática, de la cuál hablaremos en otro artículo— ha intentado explicar cómo las historias o los entornos gráficos y auditivos generan la sensación de “inmersión” e incluso empatía que los videojugadores tenemos con ciertos personajes.

[p]Pero los descubrimientos de la neurociencia han aportado también algunas explicaciones interesantes que relacionan el disfrute de los videojuegos con el desarrollo del aprendizaje, la atención y la memoria, con la facilidad para abordar diferentes tareas simultáneas, con la capacidad organizativa e incluso con los comportamientos adictivos. Lo que los videojuegos pueden decirnos sobre la mente humana está aún muy lejos de ser un campo agotado.

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