El otro lado de la moneda
En años recientes hemos sido testigos de excesivas remasterizaciones, tanto con lanzamientos de películas en Blu-ray que pasan por un proceso de digitalización, como el rescate de juegos célebres, lo que a efecto actual nos recuerda que 2011 podría considerarse el año de la remasterización. God of War Collection, The ICO & Shadow of the Colossus Collection, Metal Gear Solid HD Collection, Halo: Combat Evolved Anniversary, en fin, una serie de colecciones maravillosas pero que no evitan ciertas interrogantes. ¿De verdad hacían falta cuando las versiones originales son relativamente recientes? Y, ¿qué tanto de la experiencia original se conserva?
Tan emotiva y apreciable, la nostalgia también puede jugarle una mala broma a nuestra memoria, pues con el paso del tiempo los recuerdos se distorsionan; es seguro que en algún momento de tu vida hayas dicho: lo recordaba diferente, aun a pesar de que el objeto o la escena en cuestión sea exactamente igual que la primera vez que la experimentaste. La situación empeora cuando en realidad hay algo diferente, y en el idioma de los videojuegos es casi seguro que pase si se habla de remasterización. La tecnología tiene mucho de culpa, pues su evolución ofrece mayor posibilidad de modificación del original; después de todo, no sólo se ha incrementado la capacidad de procesamiento, las opciones son más diversas, y entre pantallas táctiles o controles con sensor de movimiento, los equipos actuales permiten pautar esquemas que antes, obviamente, eran imposibles de reproducir. Al arrojar una remasterización en tales circunstancias, se pierde toda fidelidad de la experiencia original.
Pongamos en el estrado a Sonic CD. La nueva versión se juega de maravilla, conserva la esencia del original para SEGA CD, y hasta se hicieron arreglos para que la acción fuera más fluida. El problema llega cuando nos movemos de Xbox 360 y PlayStation 3 a territorio móvil, los controles para la pantalla digital estarán bien diseñados, pero al final, no existe la retroalimentación de botones físicos y como tal, la precisión se reduce dramáticamente. Cambiar el esquema de control modifica por completo la experiencia, y aunque el código de programación sea exactamente el mismo hasta el último bit o el desarrollador original haya supervisado la reedición, la interacción es radicalmente diferente.
¿Cambio necesario o corrupción inevitable?
Al trasladar un título a nuevas plataformas, la tentación de hacer cambios es demasiada, en especial si el estudio a cargo considera que la obra original era imperfecta. En el pasado, adaptar un juego a otra consola implicaba alterar el formato debido a marcadas diferencias tecnológicas, ahora hay un estándar gracias a la intención de estimular los lanzamientos multiplataforma, con lo que hacer cambios se impone como una labor caprichosa si no cumple un fin práctico.
Si bien el proceso de remasterizar permite a los desarrolladores en turno pulir el juego o corregir defectos criticados por la audiencia, con el afán de hacerlo un producto aún más grandioso, el natural efecto secundario es que por definición, se trata de una oferta diferente, arreglada, cambiada o modificada, según sea el caso. Tal vez sea para bien, pero el que un editor pueda eliminar las descripciones de un libro de Harry Potter al pasarlo a otro idioma, no significa que deba hacerlo, es más, ni siquiera se espera que lo haga.
Las alteraciones gráficas son comprensibles y hasta se consideran encomiables cuando se conserva el estilo visual, a partir del argumento de que tales modificaciones cosméticas hacen al arcaico título más antojable para el público de hoy, acostumbrado a polígonos suavizados y sombras en tiempo real. Es una ironía que al tiempo que se critica acertadamente a George Lucas por hacer lo mismo con sus películas de Star Wars, incontables franquicias sean descuartizadas cada generación, para reinterpretar su legado en una excéntrica metamorfosis. La aventura original del fontanero italiano de Nintendo es caso ejemplar, que pasó de los 8-bit a SNES, para terminar en DS y Wii, con presentación y formato completamente distintos; el esquema sigue siendo de plataformas, el trayecto aún es lineal y todavía hay que saltar sobre caparazones, sin embargo, en dicho caso la experiencia cambió para evolucionar.
El problema es cuando se dan situaciones como en Metal Gear Solid. Cuando recibió el tratamiento de remasterización a Gamecube, Metal Gear Solid: Twin Snakes terminó como una obra marcadamente diferente, que a pesar de tener en esencia la misma historia, se narraba de modo distinto. El original se caracterizaba por su dramatismo y cierto enfoque surrealista, en tanto la nueva versión optó por lo cinemático y una mayor sensibilidad por la acción. Con Shadow of the Colossus sucedió lo mismo, la potencia del PlayStation 3 dibujó un mundo más extenso y a nuestros ojos, fue posible atestiguar la dimensión de los colosos a gran distancia, lamentablemente eso mismo le quitó un poco de la sensación de maravilla al encontrarse a los leviatanes de manera repentina.
Los argumentos parecen escritos bajo un testamento puritano, pero son circunstancias sensibles a las necesidades del fan y resultan elementos a considerar en el balance por crear un producto relevante. El verdadero valor de la remasterización queda en opinión de quien la adquiere, pero al colocarlo en la perspectiva de diseño o bajo los reflectores de una industria que necesita mantenerse en constante cambio, es un tropiezo que dependiendo los argumentos, detiene el progreso, si bien a costa de estimular la nostalgia. La alternativa es romper completamente el concepto de un juego y reconstruir como una obra reinventada.
Milagrosa resurrección
En la disyuntiva entre remasterizaciones y nuevos proyectos, siempre queda lugar para un tercer jugador a quien sorprender: las audaces reinvenciones. También sujeto a una posible crucifixión, el reinicio de un concepto permite a los desarrolladores impulsar nuevas ideas y usarlas para envolver una franquicia de antaño, inyectar frescura a una temática arcaica, y plantear las cosas desde una perspectiva que simplemente no era posible en el pasado, con el fin de atraer una nueva audiencia pero sobre todo, ofrecer algo plenamente distinto para los fieles fanáticos. La mitología se extiende, se introducen personajes, se profundiza en la historia, se adhieren mecánicas y en general, se amplía la visión.
Bajo los reflectores en este tema está Ninja Gaiden. La edición de NES es uno de los clásicos más recordados por los veteranos, su dificultad era indómita, la acción era envolvente, mientras la cantidad de técnicas y movimientos permitía abrirse paso en el escenario con gran emoción. Cuando Team Ninja tuvo a bien reinventar las vivencias de Ryu Hayabusa en Xbox, demostró que las barreras de 2D a tercera dimensión eran insignificantes, y que en el proceso no se perdía la esencia. El nuevo Ninja Gaiden era igual de difícil o hasta más que su antecesor, la historia era igual de interesante, y el control, simplemente exquisito. Otro caso de estudio es Silent Hill: Shattered Memories, que a pesar de conservar la misma estructura narrativa y trama del primer Silent Hill, cambió el estilo de película de horror clase B a un profundo viaje introspectivo que nos confrontaba con miedos y curiosidad por adentrarnos más en la psique del protagonista. Hubo quien lo detestó, pero al final pautó una perspectiva original de la franquicia, incluso más acorde con la filosofía de purgatorio.
Siendo justos, el aspecto negativo es que hay altas posibilidades de que algo salga mal, y la resurrección termine en un monstruo putrefacto, imperfecto, evidencia de malas decisiones y falta de enfoque. Golden Axe: Beast Rider falló en capturar el cometido multijugador de su inspiración, al igual que Bionic Comando fue incapaz de traducir el uso de un brazo retráctil a los convencionalismos modernos, ni se diga de Bomberman, que en la época actual es una idea por demás mediocre. Al final, y dando vuelta completa al tema, renovar una franquicia es, por definición, innovación, involucra un proceso creativo más profundo que justifica los cambios radicales y nos deja con un producto realmente nuevo; sí, escrito bajo el diseño de una obra previa, pero creado con el fin último de reinventar lo que tanta nostalgia causa.
Comentarios
Mejores
Nuevos