Dying Light: The Beast

PC

Eres Kyle Crane y tras haber sido atrapado por el Barón y sufrir sus horribles experimentos durante años, consigues escapar; pero las secuelas de ese horror permanecen. Estás a un paso de convertirte en un monstruo, ya que tienes ADN zombi aparte de humano. Apenas puedes controlar a la bestia que hay en tu interior, con todos los problemas que eso conlleva. Pero tendrás que aprender a controlarla si quieres vengarte del hombre que te hizo todo esto.

+Lo bueno

  • Parkour y combate refinados
  • Modo Bestia: una fantasía de poder sangrienta
  • Castor Woods es un mundo abierto impresionante y compacto
  • El regreso de Kyle Crane y un sólido elenco de apoyo
  • Banda sonora opresiva y atmosférica

-Lo malo

  • Falta de innovación
  • Progresión RPG desangelada
  • Actividades del mundo abierto y diseño de misiones repetitivos

Reseña

Techland regresa al mercado de la exterminación de zombis con Dying Light: The Beast, y de la mano trae de vuelta a Kyle Crane para hacernos vivir una brutal aventura de supervivencia ambientada en los infestados bosques de Castor Woods.

Concebido originalmente como un DLC para Dying Light 2, este título evolucionó a un juego completo e independiente y trae de vuelta el galardonado sistema de parkour —característico de la serie—, junto al brutal combate cuerpo a cuerpo y elementos de survival horror. Pero es el nuevo “Modo Bestia” y un enfoque más tradicional lo que busca recapturar la magia del juego que nos cautivó hace 1 década. 

Después de adentrarnos de lleno en Castor Woods y sobrevivir esta pesadilla, tenemos mucho que contarte, comenzando con que Dying Light: The Beast es una experiencia de supervivencia en primera persona donde brilla el factor de su jugabilidad distintiva. Nos referimos a su increíble sistema de parkour, que es fluido y emocionante. Además, a la mezcla se añade el sistema visceral de combate cuerpo a cuerpo.

Dicho esto, The Beast se basa en las fortalezas de sus predecesores, es decir, el refinamiento del sistema de movimiento que te permite, casi literalmente, volar por los tejados y recovecos de Castor Wood, saltar obstáculos con agilidad y deslizarse por espacios estrechos. Este sistema es de los mejores que hemos probado; se siente intuitivo y a lo largo del juego se mantiene emocionante. Cada salto lleva una sensación de riesgo y recompensa, especialmente al navegar a través de las hordas de zombis rabiosos que estiran sus brazos para detenerte en seco.

Castor Woods se alza como una locación memorable
Castor Woods se alza como una locación memorable

Esta dinámica de movimiento cambia radicalmente cuando obtienes el gancho retráctil; es en este momento cuando el juego adquiere una profundidad mecánica elevada, pues ya no depende únicamente del impulso y la fuerza de tus pies, ahora tienes una herramienta que eleva el parkour a nuevas alturas. En ocasiones te sientes el mismísimo vecino arácnido cuando te columpias a través de arcos de piedras y puentes.

Asimismo, el combate también es un punto destacado y sumamente satisfactorio; el peso de cada golpe de un bate de béisbol, machete o arma improvisada se siente y se ve reflejado en cada zombie cuando pierden pedazos de carne en cada lugar impactado. La única palabra para describirlo es BRUTAL. Incluso, se añaden un golpe especial de eliminación, como si se tratara de un Glory Kill de juegos como Doom Eternal, lo cual, incrementa dicho sentimiento de salvajismo y violencia bestial.

Asimismo, la supervivencia también significa fabricar toda clase de modificaciones para ayudarte a combatir, como armas elementales con efectos de fuego, electricidad, etc, que añaden variedad a los encuentros y al bucle de juego. Este regreso a un sistema de combate simple y sin tanta complicación, en comparación con Dying Light 2, asegura que cada pelea se sienta desesperada y se evoque el tono de supervivencia del juego original.

Beast Mode: una fantasía de poder sangrienta

Dicho esto, también tenemos el “Beast Mode”, la mecánica titular de esta entrega, que permite a Kyle Crane transformarse temporalmente en un monstruo. Este modo otorga resistencia y fuerza sobrehumana, con el que puedes dar grandes saltos y devastadores golpes a puño limpio. Destrozar zombis como si fueran muñecos de trapo nunca envejece ni se torna aburrido; lo amamos.

Sin embargo, a pesar de que el Modo Bestia suena a que es botón de victoria asegurada — que honestamente es— su activación suele coincidir cuando estás metido en un apuro, por ejemplo, rodeado de zombis y a punto de morir. En estos casos, el Modo Bestia se siente como una respuesta natural de supervivencia del protagonista, que se activa en el momento preciso y cuando más lo necesitas. No sabemos si es casualidad, o un acto de balance preciso, pero nos encató.

Castor Woods: un mundo abierto impresionante y compacto

En esta ocasión el terreno de juego es Castor Woods, una locación ficticia inspirada en los pueblos remotos de los Alpes suizos, y déjanos decirte que es un triunfo visual. A diferencia de los extensos paisajes urbanos de Harran y Villedor, esta reserva natural rural mezcla pueblos pintorescos, densos bosques y áreas industriales en un atractivo, pero compacto, mundo abierto.

En efecto, el mapa es más pequeño de lo acostumbrado, pero lo que perdió en longitud lo ganó en densidad. Castor Woods mejora la exploración de cada área con numerosos obstáculos que se añaden al sistema de parkour. Al mismo tiempo, la experiencia de supervivencia se beneficia con numerosos edificios con áreas internas explorables que puedes saquear para surtir las recetas de fabricación de herramientas y modificaciones para el armamento. Asimismo, también cuenta con uno que otro evento dinámico que enciende la mecha de la curiosidad.

Dicho esto, los sistemas de iluminación y clima del juego crean momentos impresionantes, como puestas de sol que bañan con tonos dorados el paisaje o incursiones nocturnas con la luz de la linterna que resultan completamente espeluznantes debido a que los Volátiles dominan la noche. La experiencia se siente más enfocada y densa, lo cual, convierte a Castor Woods en un terreno de juego memorable gracias a su personalidad.

El regreso de Kyle Crane y un sólido elenco de apoyo

Por otro lado, tenemos el regreso de Kyle Crane, con la voz de Roger Craig Smith, como un gran atractivo para los fans. Después del final ambiguo de Dying Light: The Following reaparece con bastantes años encima y endurecido por la batalla; es una reunión un tanto nostálgica y bienvenida, especialmente después del desencanto de Dying Light 2.

Crane pasó bastantes años en cautiverio como un conejillo de indias y ahora está libre. Naturalmente, está enojado y solo quiere la venganza. Su ira e irritación es notable, pero no deja de ser humano y esa faceta la muestra en las numerosas misiones secundarias que son testigo de las desgarradoras historias de supervivencia que pasan los habitantes de Castor Woods. En ellas se exploran los temas típicos de la literatura de horror zombie como la ley del más fuerte, la justicia divina y hasta hay opciones para decidir, por ejemplo, si un sobreviviente merece la misericordia de una muerte rápida o una lenta agonía.

Asimismo, el elenco de apoyo con personajes como Olivia, la Sheriff y Jacob añaden profundidad a la narrativa que, en esta ocasión, es simple y sin muchas complicaciones. Las escenas cinemáticas se destacan gracias a buenas caracterizaciones, además de la gran decisión de dejar atrás la cámara forzada en primera persona; ver a Kyle en los escenarios e interactuando con el resto del elenco nos pareció un gran acierto.

Por su parte, la banda sonora, compuesta por Olivier Derivière, complementa la experiencia con una partitura opresiva y atmosférica que amplifica los elementos de horror del juego y el ambiente solitario; nos recordó a cintas como 28 Days Later y series como The Walking Dead.

La cámara cinemática nos da un vistazo como nunca se había visto
La cámara cinemática nos da un vistazo como nunca se había visto

La temible falta de innovación

Dicho todo esto, hay aspectos que debemos mencionar que no fueron de todo nuestro agrado y que quizá son consecuencia del proceso de desarrollo de la segunda entrega. Si bien Dying Light: The Beast es un refinamiento de las mecánicas tradicionales de la serie, creemos que su único pecado es ser poco ambicioso e innovador.

El bucle de juego (parkour, combate, recolección e historia) permanece prácticamente intacto con respecto a entregas anteriores, siendo el Modo Bestia la única característica nueva. En más de un sentido se siente un retroceso, como si Dying Light: The Beast fuera más bien Dying Light 1.5.

Por otro lado, podemos argumentar que las peleas contra las Quimeras son novedosas, sin embargo, suelen ser enfrentamientos sin tanta complejidad mecánica, aunque son un buen concepto narrativo.

Pero que esta falta de ideas frescas no desvíe tu atención de lo realmente importante: Dying Light: The Beast es una excelente entrega con una ejecución sobresaliente de sus elementos que como hemos mencionado son parkour, combate y recolección que se mezclan homogéneamente para entregar una de las mejores experiencias del año.

 Y a pesar de todo esto, no deja de tener elementos desangelados que veremos en…

El dilema del sistema de progresión RPG

Uno de los problemas más evidentes en Dying Light: The Beast es su desangelada progresión RPG. Si bien, es cierto que Kyle Crane aprende habilidades para explorar y combatir a los zombies —incluso incrementa el poder de su Modo Bestia—, el problema radica en que todos los enemigos incrementan de poder contigo.

Esto es un arma de doble filo. Por un lado, nos gusta porque el juego se mantiene desafiante: no importa si eres nivel 1 o nivel 15, los zombies siempre serán una amenaza, especialmente cuando te ves rodeado de ellos y no ves manera de salir con vida. Estas situaciones aceleran el corazón y ni se diga cuando corremos de los volátiles durante la noche. Escuchar los sollozos de Kyle cuando huye por su vida nos comunican que los Volátiles no son poca cosa.

Sin embargo, el problema es que no le vemos sentido que existan valores de RPG, como armamentos con valores de daño por segundo, porcentaje de daño crítico etcétera que representan apenas un incremento diminuto; Dying Light: The Beast no representa esta fantasía de poder incremental. Nosotros creemos que su fortaleza radica en otros sistemas.

Paradójicamente, este defecto mejora la inmersión del juego y refuerza la identidad de Kyle Crane como sobreviviente de un mundo implacable que refleja la dura realidad de Castor Woods. Como dijimos, un arma de doble filo.

Finalmente, tenemos que mencionar las actividades del mundo abierto y el diseño de misiones. A pesar de presentar acontecimientos dinámicos, el diseño de las misiones peca de repetitivo y monótono; incluso fallan en aprovechar la verticualidad de las habilidades de Crane. Y si bien, las misiones secundarias ofrecen variedad narrativa, el hilo argumental principal es demasiado simple y, a menudo, cae en el terreno familiar en relación con la primera entrega.

Un exitoso y sangriento regreso a casa

Dying Light: The Beast es un regreso triunfal a la fórmula ganadora de Techland. Estamos frente a un excelente juego de supervivencia zombie que está repleto de acción veloz y momentos viscerales de combate y supervivencia.

Es una aventura zombi pulida y emocionante que refina las fortalezas centrales de la serie: parkour fluido, combate brutal y un mundo abierto inquietantemente hermoso.

El regreso de Kyle Crane es un tremendo éxito y una carta de amor para los fanáticos del Dying Light original. Sin embargo, su falta de innovación, historia predecible y misiones repetitivas le impiden alcanzar las alturas de una verdadera revolución para la serie.

The Beast es un sangriento y satisfactorio regreso a casa que se siente como la verdadera secuela del primer juego que ofrece exactamente lo que los fans querían: más Crane, más gore y más parkour. Totalmente recomendado. 

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