La fuente de la juventud
Bajo la misma base para hacer la comparación, es admirable e inusual que The Legend of Zelda intente apelar a experiencias diferentes en cada ocasión, en especial al subsistir en un panorama donde los estudios parecen obligados a proveer repetidas y repetitivas iteraciones de la misma fórmula, sólo con gráficas mejoradas. Va más allá de presentar ambientación y ritmo distintos, es una intención por redibujar la naturaleza del cuento y así generar aún en los veteranos desilusionados o en los curiosos que apenas se acercan, la sensación de que viven un drama épico y que están expuestos a una historia con verdadero significado.
El protagonista podrá seguir siendo mudo, los habitantes de Hyrule demasiado excéntricos, y la cronología de Nintendo un tanto enmarañada para la saga, pero a expensas de lo que en otras circunstancias sería grave defecto, dentro de la mitología en los juegos de Zelda se traduce a un lenguaje extraño y sin embargo, envolvente; un idioma que evoca preocupación e inevitable curiosidad por lo que sucede, para descubrir el destino de los pintorescos rostros que irás conociendo durante la travesía. Majoras Mask lo plasmó a la perfección dentro de su relato de eventos redundantes y continuo regreso en el tiempo, en los que te percatabas de la desesperación de los pobladores ante el inminente fin del mundo, y más por genuina preocupación que por simple inercia, terminabas involucrándote en sus actividades y motivaciones; no eras un espectador tras bambalinas, te sumergías de lleno en el escenario de sus vidas. Otro caso peculiar en el que sucedió algo similar fue Links Awakening, que situaba la aventura en una isla soñada por una ballena voladora. Por más desconcertante que suene el planteamiento, la idea es que tú, en papel del supuesto héroe, tenías el poder de regresar a tierra firme y escapar al mundo real a costa de condenar la existencia de los habitantes con quienes creaste tantos vínculos o quedarte atrapado eternamente.
La leyenda sin fin
Así las cosas, cualidad invaluable de la franquicia en su totalidad ha sido otorgar una experiencia única, valiosa y con altos valores de producción, lo que se refleja particularmente en el creciente ingenio tras acertijos y calabozos. Cierto es que un experto que siga la franquicia de años atrás, tendrá menos complicaciones al abrirse paso en control de Link si lo comparamos con un novato, pero en oposición a otras series que requieren sólo habilidad y buenos reflejos, The Legend of Zelda impone como requisito ingenio y astucia, mucho sentido común y por supuesto, disposición a aprender patrones lógicos, facultades que se externan con formas o naturaleza diferente en cada ocasión, y en favor de fascinarnos con diversión, suelen presentar reto hasta para las mentes más agudas.
Sea que la odies o la ames, que tengas resentimientos o mantengas tu fe, es imposible negar la relevancia que The Legend of Zelda tiene en la industria del entretenimiento actual. Lejos de ser una de las más reconocibles y alabadas por los entusiastas del pixel, su mayor mérito radica en la influencia que ha tenido durante cada paso de su trayectoria sobre el resto de las propuestas de acción y aventura. Lo que comenzó como una inocente aventura infantil se convirtió en una leyenda de proporciones épicas, un producto que trasciende las fronteras de la edad y a un cuarto de siglo de edad parece no haber envejecido; es incierta la llegada de sus últimos días, pero mientras la Luna arremete contra el mundo de manera definitiva, parece que seguiremos disfrutando de títulos de calidad y fantasías incomparables.
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