Aquel que llora sangre

por {"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/30664_64x64.jpg","nickname":"Flesh_Eater","user_name":"Josue Alex","user_link":"\/usuario\/Flesh_Eater","posts":6295,"theme":"default","cover":false,"status":true}

La siguiente historia que relatare a continuacion y que esta basada en un famoso jefe de cierta franquicia conocida se me ocurrio un dia cuando iba en un carro admirando el paisaje y de repente que se me prende el foco de la inspiracion y comence a escribir lo que tenia en mente en mi notario (Tambien conocido como mi libretilla de notas, lol). Espero que les guste camaradas =)

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El universo es tan vasto como una línea infinita que se extiende hacia el más allá de toda la existencia para nunca parar, quizá incluso para conocer el resto de los universos de los que está compuesto este sitio efímero de la vida que llaman “Multiverso”. El caso es que a veces, esa línea traspasa las fronteras de la realidad hasta llegar a mundos que carecen de lógica. Ese es el reino del caos y ese es precisamente el lugar donde nació la Materia Oscura, el origen de todos mis males.

El destino es cruel, siempre juega sucio con aquellos que tienen sus vidas tan destrozadas como un espejo hecho pedazos tras haber caído al suelo por el toque de la mano de un alma inconsciente de sus acciones.

Cuando todo se ha ido, el caos hace acto de aparición y se materializa como un rostro desfigurado que concentra su grotesca vista con la tuya, como si su objetivo fuera arrancarte el espíritu de tu corrompido cuerpo mientras tu carne se derrite lentamente y sufres el horror más grande de todos los horrores… el dolor se queda y nunca se ira, porque eso es lo que sufrirás por el resto de tu patética existencia.


El dolor, el sufrimiento, el caos… eso es lo que me queda dentro de mi putrefacto ser desde mi segunda muerte, ¿Qué más puedo perder? Nada, lo que me queda ahora jamás me abandonara. Estaré unido a mi maldición como un perfecto siamés.

Las preguntas entonces salen a la luz, ¿Quién soy yo? La respuesta más fácil a eso es simple: Soy el vestigio de mis restos. Soy alguien que sufre la más terrible y enferma maldición de todas: Inmortalidad, ¿Por qué? Porque cargar con eso, tener que lidiar con la cruda realidad de que nunca podrás volver a experimentar en carne propia las emociones de la felicidad, aunado a que estarás condenado eternamente a vivir el dolor físico y emocional todos los segundos de todos los minutos de todas las horas de todos los días del maldito año y así por siempre hasta el infinito.

Cuando veo a las criaturas de mi mundo natal, observo lo felices o satisfechos que son y eso me enfurece al grado de cómo si quisiera matar a alguien, ¡Y lo haría sin titubear! Su destino ya ha sido escrito dos veces por mi propia mano… solo para fracasar y ser asesinado sin piedad alguna por esa bastarda esfera rosa.
 

Afortunadamente no fui el único que termino muerto por mi asesino. Marx y Drawcia pasaron por el mismo proceso que yo: De ser unas inocentes criaturas que no lastimarían ni a una mosca se convirtieron en agentes del apocalipsis y portadores de una locura desenfrenada como un tren fuera de control cuyo destino seria estrellarse con un reactor nuclear y volar en pedazos una gran porción de un planeta en vías de desarrollo.

Al arlequín y a la hechicera los mataron como a mí, de eso no tengo duda pero se las ingeniaron para no morir en esa ocasión y se revivieron a sí mismos usando sus propios métodos. Cuando mi némesis derroto a Marx hace ya tiempo, el cuerpo inconsciente de Marx se estrello con el cometa Nova destruyéndolos a ambos en el proceso. Ahí pareciera que Marx hubiera muerto pero no fue así, Marx devoro el poder de Nova y con ello muto en una figura perturbadora que solía moverse erráticamente por los confines del espacio-tiempo. Lo único que Marx lograría fue perder la poca razón que le quedaba, volviéndose un ser carente de mente… eso fue lo que finalmente lo mato, su aullido de muerte, dolor y miedo fue su último sonido para luego desaparecer en la nada.


Drawcia por su parte era más que una hechicera, era una nigromántica. Tal fue dicha circunstancia la que la motivo a enloquecer por tratar de crear la más perfecta obra de arte cuando atento con mi mundo natal y todos los que vivían en ella. Una vez más, mi némesis la confronto, destrozando su cuerpo físico en el acto. Dadas las habilidades nigrománticas de la hechicera, una vez que su forma física dejo de existir, extrajo el alma de su esencia y la convirtió en un arma, un artefacto del fin del mundo para ser más preciso. Pero todo fue en vano… mi némesis aniquilo lo poco que quedaba de su ser, enviándola al mismo destino que al pobre idiota de Marx.

Pero basta de estupideces, es hora de contar mi, y aunque me molesta pensar en ello, mi lúgubre historia de cómo me convertí de un inocente pelmazo a un dios.

Hace una cantidad inexacta de años, yo nací como un Waddle Dee, uno de esos congéneres del imbécil del rey Dedede que se cree dictador del mundo pero más que nada es un ignorante que si llegara a tropezarse con la política, le llovieran huevos por montones. En fin, como el resto de mi insignificante grupillo de Waddle Dees, yo solía vivir una vida normal como el resto de los cabrones que siempre me señalaban con el dedo por lo ingrato que era dado que era muy diferente al resto. Siempre tenía la manía de recostarme en jardín y observar el cielo, me quedaba ahí incluso por horas hasta que anochecía porque lo que más me gustaba admirar eran las estrellas, siempre tenía la idea que había formas de vida inteligentes más allá del cosmos.


Por supuesto que también tenía esa irresponsable actitud de desobedecer las órdenes de mi jefe y en un arranque de cólera decidí huir hacia lo más lejano del reino hasta perderme en lo más oscuro del bosque para finalmente toparme con una ciénaga extrañamente protectora a todos los que estuvieran dentro del sitio. Por días me quede ahí, continuando con mi observación del cielo y las estrellas. Yo nunca abandone mi postura de saber que algún día, alguien de arriba nos visitaría… y cuando llego, llego de muy mala gana.

Mi mundo natal y todos los habitantes que vivían en ella nos topamos con la ira de la Materia Oscura que a su paso por el espacio y el infinito, tenía una sola dedicación de infectar a todo ser vivo pensante y convertirlos en sus esclavos. Muchos cayeron víctimas de la infección de la Materia Oscura, pero quizá los que más sufrieron el efecto de la infección fueron los Waddle Dees... o al menos una parte de ellos. Los Waddle Dees infectados mutaron, mutaron para convertirse en estas abominaciones que ahora denominan como Waddle Doos. Yo fui obviamente victima de la infección pero algo dentro de mí crecía lente y dolorosamente, como si la Materia Oscura viera un potencial dentro de mí ser que pronto se vería beneficiado por los actos que sucedería a continuación.


Mi némesis y sus típicos camaradas, pronto lucharon con este virus infeccioso de la Materia Oscura. De alguna manera, sus acciones lograron desinfectar a una gran parte de los que cayeron víctimas del virus oscuro. Yo no quería ser desinfectado, ni siquiera los Waddle Doos que cayeron victima de ello, nosotros más bien lo vimos como un don, un orgullo que deberíamos proteger, incluso frente a la cara de la muerte.
 

Las investigaciones sobre el virus oscuro no se hicieron esperar y pronto se descubrió la horrible verdad: Aquellos que tengan el virus oscuro dentro de sus cuerpos, aquellos que hayan mutado debido a ello, si no se les desinfecta pronto, se quedaran con esa mutación para siempre. Muchos de nosotros, los Waddle Doos hicimos caso omiso a ellos… cuando vinieron por nosotros a desinfectarnos, ya era demasiado tarde: La mutación se había convertido en algo permanente. Pero yo… yo aun seguía mutando… pronto me di cuenta que la Materia Oscura tenía razón, estaba cambiando en algo mucho más grotesco y perturbador que quizá todos los habitantes de mi mundo jamás se hubieran imaginado.

El cambio fue tremendo. Se sintió como una brutal combinación de cómo si 50 individuos te estuvieran rematando con unas palas al mismo tiempo, añadiéndole a ello un explosivo de 100 megatones que te explotara en la cara, un instrumento de tortura que te cuaja el cerebro muy lentamente y ser atravesado por un centenar de picos mientras eres dejado a tu suerte totalmente empalado y en medio del desierto… Al final, el cambio fue satisfactorio. Me había convertido en algo muy diferente. Ya no era aquel Waddle Dee mutante, era más bien una esfera blanca de un solo ojo, y ese ojo estaba entintado con un color rojo permanente… un color rojo sangre; en otras palabras, todo lo que veía a mí alrededor lo veía del mismo color… y aun después de esto yo tenía planes, un plan del cual no lo pensé detenidamente ya que ese fue mi gran error para obtener la maldición que cargo actualmente. Fue como un auto castigo inconsciente de mi parte y a veces… a veces simplemente me gustaría regresar en el tiempo para detener este imperdonable error.

¿Cuál era ese plan? Traicionar a aquel que me dio esta forma: La Materia Oscura.

Ante el avance de las victorias de mi némesis y sus ineptos camaradas, yo y la Materia Oscura nos preparábamos para su inevitable llegada. Fue ahí cuando hice mi movimiento… tal vez sucedió por desesperación o por un acto equívoco de mis acciones, el caso es que, literalmente, absorbí a la Materia Oscura dentro de mi ser. El bastardo no lo vio venir y antes de que siquiera actuara ya había formado parte de mi corrupta esencia. Este nuevo poder se convirtió en mi migraña permanente… el inicio de mi maldición. Al absorberlo adquirí la inmortalidad… pero, ¿Qué hay de lo otro? Eso vino después.


Finalmente mi némesis vino a mí a confrontarme. Pude ver la expresión en su cara, el realmente quería salvar al mundo… pero vi algo mas, algo muy diferente… tan radical como la construcción de un Nuevo Orden Mundial… odio.

Luche contra él usando el poder robado de la Materia Oscura y mi propia habilidad personal: Disparar sangre de mí corroído cuerpo. Pero todo fue en vano… mi cuerpo exploto en un torrente de sangre dejando desprotegido a mi único ojo. Realmente desesperado en esa ocasión, trate de usar mi ojo para atropellarlo con todas mis fuerzas, pero fracase. Fracase y morí. Pero el gran y jodido destino me estaba preparando una gigante y desagradable sorpresa. Gracias a mi inmortalidad renací como un nuevo ser más perturbador y grotesco que mi forma anterior.

Había renacido con una cicatriz en el sitio donde solía estar mi antiguo ojo, encima de ella había una aureola. Poseía un rostro falso, una técnica excelente para engañar a mis enemigos, para distraerlos y matarlos en el acto. Y para concluir, dos alas. Mi nueva forma me daba el aspecto de un bizarro ángel, una forma que también me dotaba de una cualidad única y que al mismo tiempo aborrezco: La capacidad de llorar sangre.
 

Y esto último fue lo peor que me pudo haber pasado… a partir de ese momento, a partir de mi primera resurrección… yo viviría día y noche el dolor por el resto de mi apestosa vida.

Aun con los poderes de la sangre y de la oscuridad a mi disposición (Esto último cortesía de la Materia Oscura, que en ese preciso momento llamaría “La Materia del Milagro”), los celos y la ira se apoderaron de mí al ver como los habitantes de mi mundo natal vivían con sus nauseabundas vidas felices. Si el cruel destino me negó a ser feliz… si yo no puedo ser feliz, ¡Entonces nadie lo será!

Mi primera acción en esta ocasión no fue atacar y extender el virus oscuro por mi mundo natal… no, no volvería a cometer el mismo error. En su lugar, atacaría a toda la puta galaxia empezando primero con el mundo de las hadas y darme cuenta del potencial del cristal que ellos protegían, un potencial del que le daría su respectivo uso al propagar el pesimismo y el tormento por todo el cosmos.


Mi ataque fue rápido y caótico, las hadas trataban en vano de proteger el cristal-corazón de su mundo pero fue en vano. Me apodere de su mundo con mi poder oscuro que retumbaba sobre las delicadas y frágiles almas de sus habitantes mientras inducia el virus oscuro sobre todos ellos. Una de las hadas fue suficientemente lista para escabullirse de mi poder y salvar una porción del cristal, quizá pudo haber sido un mísero pedazo insignificante pero tenía que tener todos los fragmentos si quería llevar a cabo mi plan a un mayor nivel. Perseguí al hada cobarde a través de mi poder oscuro que la alcanzaba cada vez más y más. Mis esfuerzos por atraparla fueron inútiles, la desgraciada hada logro escapar de mí pero al menos, durante la persecución, el cristal que ella sostenía se trituro y esparció por toda la galaxia en cientos de pedazos. Si quería dotar a esta galaxia del negativismo definitivo, tenía que unir todos los pedazos del cristal y eso incluía a la porción que robo el hada y al corazón de este mundo que acababa de infectar. Sin más remedio, decidí lanzar la epidemia del virus oscuro por toda la galaxia.


La infección fue tan fuerte que no hubo casi nadie que se resistiera… sin embargo, el malagradecido destino jugo sucio una vez más dado que el hada llego a mi mundo natal y le informo a mi némesis que tenía que salvar su mundo y derrotarme. Pero, ¿Cómo puede derrotarme el desgraciado esta vez? Poseo control absoluto del corazón del mundo de las hadas (Lo que me hace invulnerable a cualquier tipo de ataque interno o externo), y todos sus habitantes en ella. Tengo un colosal ejercito bajo mi control, ¿Acaso el bastardo será lo suficientemente estúpido como para enfrentarse solo a mi ejército y a mí? ¿Sin arma alguna con la cual pueda combatir mi gran divinidad? Al principio, esa era mi idea, pero cuál fue mi gran estupidez descubrir que mi némesis se juntaría con sus incompetentes colegas quien le ayudaría a rescatar los fragmentos del cristal a través de toda la galaxia y usarlo en mi contra.

Use todo lo que tuve a mi disposición para detenerlo. Mierda, incluso tuve que infectar a varios de sus colegas pero ni eso funciono, mi némesis los desinfecto y su racha de ser el mesías continuo por los otros mundos. Desinfectando, destruyendo y rescatando los fragmentos del cristal. Quería verlos muertos a todos y haría lo que fuera para realizarlo… pero nunca sucedió tal cosa porque los hijos de perra lograban arruinar cada obstáculo que les ponía enfrente.

Inevitablemente llegarían al mundo de las hadas. Dado que sus habitantes y el mundo entero estaban bajo mi control, me las ingenie para que mi némesis combatiera a mi antiguo amo en el momento en que intentara llegar al centro de todo. No tengo ni la más mínima idea como le hizo mi némesis para derrotarlo. Así que con cristal en mano y acompañado del hada aquella que intente perseguir, llegaron a mi guarida.
 

Mi devolución a esta abominación en la que me he convertido me hizo cambiar mi perspectiva sobre todo lo que me rodeaba, después de mi encuentro con la Materia Oscura, me llame a mí mismo “Dios”, poseía tanto poder que así lo creí, era definitivamente un dios… un dios del dolor y la miseria. Y con ello en mente, enfrente a los desgraciados en lo que alguna vez cruzo por mi mente que se convertiría en la batalla final… diablos, incluso olvide que tenía la inmortalidad conmigo después de que ellos me mataron.

Luche como nunca antes esta vez, como un sórdido y enloquecido ser que estaba ahogado en la tristeza de la tortura y el arrepentimiento. Como un bastardo sin alma que estaba obsesionado con la muerte y el olvido. Tantos elementos en un solo ser despedazarían la mente misma de un solo ataque... pero no sucedió… lo único que pudo haber sucedido era que cayera muerto por segunda vez enfrente de mi némesis.


Mi muerte por desgracia y para mi mala suerte, desinfecto todo lo que había infectado en la galaxia, liberando a todos y todo de mi vil legado. El destino es un gran karma que pone de manifiesto que elige a los sujetos con potencial de seguir luchando hasta alcanzar sus logros. Y así fue que con mi segunda muerte vinieron los cambios. Deje atrás todo eso de la conquista y el control, ahora todo mi ser se enfocaba en la muerte de mi némesis. Y gracias a ello, había evolucionado a una forma tan abstracta, caótica y enferma que con tan solo con observarme, el sujeto se arrancaría los ojos y el cerebro por voluntad propia.

Yo soy Zero, el dios del dolor y la miseria, soy el vestigio de mis restos… soy la encarnación viviente de la desesperación.

...

Como veras Giygas, las cosas de este universo que inflige sobre sus infantiles seres vivos es un destino inmejorable que no pasa de más de un megatón de muerte y desolación.


-Sí, lo entiendo, pero, ¿Qué quieres que yo gane con esto?

No seas idiota Giygas, tu tuviste una historia peor de la mía, ¿Cómo se siente, eh? ¿Cómo se siente ser abortado cuando aun no nacías?


-Tus amenazas no sirven imbécil. Ya te lo he dicho, soy inmune a tu poder. Después de todo, hay elementos que hace que nos distingamos el uno del otro. Tu eres el dios del dolor y la miseria, ¿Qué puede ser mucho peor que eso? El miedo por supuesto, una herramienta tan eficaz que mataría al instante los de alma inocente, y estrangularía a los de mente corrompida. Yo soy la personificación viva y muerta del miedo.


Pero a fin de cuentas, ¿Compartimos el mismo fin? ¿No?

-Tú quieres matar a Kirby. Yo quiero matar a Ness, por lo que me hizo, todos los que le ayudaron deben pagar el precio máximo.

Entonces, ¿Estamos a mano?

-Tal vez. Ya no importa… el fin de todo lo que existe esta c…e…r…c…a…

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