Nunca había visto la película ochentera de culto "They Live", dirigida por John Carpenter.
La trama a grandes rasgos es la siguiente: Un protagonista sin nombre llega a una gran ciudad estadounidense para buscar trabajo, pues el país se encuentra en medio de una recesión que deja a cada vez más gente en la calle. Después de algunas circunstancias fortuitas, se encuentra con unos lentes oscuros que a ponérselos le permiten ver la realidad como en realidad es. Descubre que todos los carteles publicitarios son en realidad mandatos muy simples como OBEY, CONSUME, MARRY AND REPRODUCE, DO NOT QUESTION AUTHORITY y demás mensajes que básicamente ordenan a la gente a ser simples esclavos. Pero no solo eso, sino que también le deja ver que la mitad o más de la gente no son seres humanos, sino seres que parecen ser alienígenas encargados del control de la población humana. Poco a poco, el protagonista se involucra en el problema para buscar alguna manera de recobrar la libertad que los aliens nos arrebataron.
No hace falta ser un cerebrote para darse cuenta de la alegoría obvia al capitalismo y al control que una pequeña élite súper rica ejerce sobre nosotros, los plebeyos, pero es una alegoría que funciona, por muy poco sutil y directa que sea, y que sigue siendo vigente incluso hasta nuestros días. Como toda película de John Carpenter, el humor, la acción y la violencia se mantienen incisivos y exagerados, pero no hay nada en ello que te distraiga del comentario social. Muy buena.
Carole and Tuesday es un anime exclusivo de Netflix que se describe rápidamente en dos palabras: Bonito e intrascendente. Sigue la historia de dos chavas que sueñan con ser cantantes famosas, y sus esfuerzos para ganar un concurso estilo The Voice para tener un impulso en sus carreras.
Las canciones, como esperarías, son parte angular de esta serie, habiendo una o dos cada episodio; sin embargo, cuando a los personajes se les ocurre cantar, el lip sync es terrible; pareciera que no hubo interés en hacer que coincidiera el movimiento de sus labios. En cuanto a la calidad de las canciones en sí, la mayoría son igual que el anime, bonitas, pero olvidables.
No habría en realidad nada muy malo que decir de este anime con excepción de una cosa: en el programa televisivo que mencioné, se nos obliga a ver los números musicales de personajes de fondo en quienes no tenemos ningún tipo de interés; son rellenos musicales pues, que inducen al tedio o, en el caso de un cantante ególatra que literalmente canta una canción sobre lo mucho que se quiere a sí mismo, asco. Además de eso, es buena para pasar el rato y ya.
Hablando de Netflix. una de sus películas exclusivas que ha salido recientemente llamada In the tall grass, basada en un relato corto de Stephen King y Joe Hill, está buena.
Es una premisa simple y brillante: estás yendo por la carretera, en medio de la nada, y pasando un pastizal al parecer infinito escuchas una voz que pide ayuda. Si eres aunque sea un poco samaritano, pues entras al pastizal con la intención de ayudar, sin sospechar que una vez que entras es casi imposible salir.
Porque, verás, el pastizal no es normal. Dentro del pastizal el espacio y el tiempo no funcionan como deberían. Aunque camines en línea recta con el sol frente a ti, verás cómo después de unos pasos lo pierdes de vista y de pronto se encuentra a tus espaldas. Verás como todos tus intentos por encontrar la carretera son en vano, pues solo te encontrarás dando vueltas en círculos, y no solo en el pastizal, sino incluso en el tiempo.
La verdad, la razón principal por la que me gustó esta película fue porque hace poco leí el thread de los backrooms o cuartos infinitos vacíos que se encuentran fuera de los bordes de la realidad y en los que mucha gente asegura haber estado. Aún si no les crees, es una creepy pasta en extremo desagradable y que me trajo todo pendejo leyendo por un día completo. Esta cosa del pastizal infinito, como decía, me recuerda muchísimo a eso de los backrooms, aumentando la sensación perturbadora de estar en un lugar horrible ajeno a las reglas de la realidad. No digo que la película sea una obra maestra del terror, pero tiene ciertas escenas y conceptos que vale la pena ver, así que en verdad la recomiendo.
Wargames es una película tan buena que hay que ver para creer.
Un estudiante de preparatoria revoltoso y desobediente se pone a hackear computadoras por diversión, incluyendo la de su escuela para cambiarse la calificación, y una supercomputadora militar (WOPR ) cuyo propósito era correr simulaciones de guerra para tratar de conseguir juegos gratis.
Desafortunadamente, WOPR inicia un juego con este gandul puberto, y al ser incapaz de diferenciar entre juego y realidad, pone a los gobiernos ruso y norteamericano en el borde mismo de una guerra termonuclear. Solo tienen unas cuantas horas para detener el programa y salvar al mundo, cosa que nadie sabe cómo hacer, ni siquiera el creador de la supercomputadora.
No dejen que mi sinopsis superculera los desaliente por favor. En realidad es una de las mejores películas jamás hechas de su género. Tal vez solo podría criticar de ella que es demasiado pandering con su mercado objetivo (los jóvenes), pues todos los adultos de la película son idiotas, mientras que nuestro joven y audaz protagonista es increíblemente inteligente y logra burlarlos a todos.
Pero eso es todo. El resto está soberbiamente editado, filmado, con diálogos concisos y que van a la yugular del asunto. Sin mencionar el ambiente de tensión que crece cada vez más hasta los mismísimos últimos minutos de la película. Sentirás que te falta la respiración y que solo se te ha permitido respirar una vez que llegas al emocionante e insuperable clímax.
Eso era todo, que pasen una excelente resto de su día
