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Tus únicos puntos de referencia en la navegación son las fogatas, que casualmente también sirven para salvar tu avance en caso de que mueras, además de permitir subir de nivel, aumentar atributos, así como reparar, reforzar y modificar armas. Tras varias horas de búsqueda agradecerás encontrar una, el lado negativo es que al usarla todos los enemigos reaparecen, incluidos los jefes medianos. Esto puede provocar un poco de desesperación y tedio, en caso de necesitar recorrer el mismo camino, ya que los adversarios salen exactamente en el mismo lugar. Por otro lado, es un oasis, pues recupera tu salud al máximo y el poder de tus hechizos.
Para ser el elemento que da nombre al juego, las almas no podían ser menos que la moneda para comprar habilidades y armamento. Al igual que en Demons Souls, si mueres pierdes las que acumulaste, pero de alcanzar una vez más el lugar donde fuiste masacrado, puedes recuperarlas. Es traumatizante que las arrebaten en cuestión de segundos, pero desesperarse en el intento por reclamarlas sólo te lleva a perecer en manos de otro enemigo y entonces, perderlas para siempre.
Se supone que si estás en aprietos puedes recurrir a notas que dejan otros jugadores en las áreas más conflictivas, el gran inconveniente es que justo como sucede en el resto de las comunidades en línea, es posible que no todos trabajen cordialmente y lo que encuentres sea una mala broma, así que no confíes por completo en las pistas. Bajo una línea similar, el multiplayer es muy limitado, tras reunir algunos requisitos puedes convocar la ayuda de otra persona, pero es aleatorio, así que la idea de compartir aventura con un amigo queda descartada. Por otro lado, es posible invadir el juego de alguien más, y de encontrarlo, acabar con su vida, pero es más fácil decirlo que hacerlo, pues antes deberás encontrarlo en el vasto escenario además de lidiar con los incontables obstáculos ubicados en el medio.
A pesar de ser tan escrupuloso en la justa dificultad, es imposible pretender afirmar que Dark Souls nunca se excede. En ocasiones la distancia entre fogatas es absurda o los patrones a aprender de algunos jefes, demasiado específicos. Lo peor son las maldiciones que reducen tu barra de vida a la mitad, cuyo único antídoto está del otro lado del mundo.
En la peregrinación por atraerte con su extrema dificultad y refinado esquema de combate, Dark Souls comete otros pecados. Opuesto al resto de títulos con temática similar, no es un arquetipo de narrativa, nunca se molesta en explicarte lo que sucede, en su lugar deja que tu imaginación llene los huecos, pero si queremos hablar de los defectos argumentales y de motivación para enfrentar las dificultades, la estrategia es pésima por generar desapego a la misión, en especial porque la aventura se sitúa en un panorama un tanto deprimente: el mal ya ganó la batalla y tú eres lo que resta de una humanidad decadente. Estas características se reflejan claramente en lo que experimentas, personajes dispersos en un escenario que observan la realidad con ironía y lo expresan en el diálogo; tal vez para sentirnos identificados sería importante que al encontrarlos no tuvieran un aspecto de muñecos inertes y sin vida, pues incluso al hablar permanecen con la boca cerrada.
Los aspectos técnicos también provocan sentimientos encontrados, la ambientación es sumamente envolvente apoyada por creativos diseños de escenario y enemigos que en verdad te trasladan a la fantasía, mientras que el motor gráfico PhyreEngine, propietario de PlayStation dibuja el escenario a muy grandes distancias, y si ves algo en la lejanía, con excepción de las montañas de fondo, es porque en verdad puedes llegar hasta ahí. La contradicción que encontramos son las texturas con apariencia plastificada y brillosa que solían plagar los juegos de la generación pasada, pues con frecuencia rompen la fluidez visual.
A veces pareciera que los desarrolladores nos arrebatan la emoción de exploración y descubrimiento, pero este caso rompe por completo con esa premisa. Dark Souls es el título más difícil que he jugado, pero no en la forma clásica y caprichosa con que a tantos desarrolladores les encanta torturarnos, es una experiencia meticulosamente diseñada, versión refinada y sustancialmente mejorada a Demon's Souls. Mentiría al decir que todos deben jugarla, justo como los juegos mecánicos que prohíben el paso a gente con problemas cardiacos, esta montaña rusa de adrenalina no se recomienda para los fácilmente irritables, pues hasta el más paciente y sereno grita, maldice y avienta el control tras centenares de muertes. Dark Souls es tu enemigo, mantiene una relación agresiva y tan pasional contigo, que puedes amarlo desesperadamente u odiarlo el resto de tu vida. Lo emocionante es que si aceptas el desafío, te enfrentarás a uno de los videojuegos más excitantes que existen y la adrenalina se inyectará en dosis incesantes.
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